Los protectores solares son el salvavidas de nuestra piel. Nos protegen de las quemaduras solares, el fotoenvejecimiento y el cáncer de piel. Eso sí, para que los fotoprotectores sean efectivos hay que saber escogerlos y utilizarlos correctamente.
Además de tener en cuenta el fototipo de cada persona y las circunstancias en las que se produce la exposición solar, es muy importante saber interpretar la información que nos da el fotoprotector.
¿En qué debemos fijarnos a la hora de escoger el protector solar?
* Protección de amplio espectro. Lo primero de lo que hay que asegurarse en el momento de comprar el fotoprotector es que ofrezca ‘protección de amplio espectro’. Esto significa que nos defiende tanto contra la radiación ultravioleta B (UVB) como de la ultravioleta A (UVA). Así pues, el fotoprotector debe indicar claramente en el envase que ofrece protección frente a ambas radiaciones. La nueva generación de fotoprotectores pueden incluir, además, protección frente a los rayos infrarrojos-A (IR-A) y luz visible (HEvis).
* Factor de Protección Solar. La protección frente a la radiación UVB viene determinada por el Factor de Protección Solar (la cifra que aparece junto a las siglas FPS o en inglés, SPF) e indica el número de veces que el fotoprotector aumenta el tiempo de defensa natural de la piel frente al enrojecimiento previo a la quemadura. Así pues, si una piel se enrojecería a los 10 minutos de estar al sol a las doce del mediodía de un día de verano, tras aplicarse un filtro de factor 10 (FPS 10), esta podría soportar diez veces más la radiación solar sin quemarse. Es decir, 100 minutos.
La Comisión Europea propone que el grado de protección figure en la etiqueta de los fotoprotectores mediante cuatro categorías: baja (FPS de 6 a 10), moderada (FPS de 15 a 25), alta (FPS de 30 a 50) y muy alta (FPS de más de 50).
Aun usando protector solar de alta o muy alta protección, es muy importante tener en cuenta que no existe el fotoprotector ‘total’, ya que estos siempre permiten la penetración de cierta cantidad de radiación. Un FPS 15 bloquea hasta un 93,3% de la radiación y un FPS de 50, alrededor del 98%.
* Tipo de filtros. El protector solar es eficaz gracias a que en su composición cuenta con diferentes filtros solares que reflejan la radiación (físicos), la absorben (químicos) o bien reparan los daños que produce (orgánicos o biológicos). Actualmente, la mayoría de las fórmulas combinan las tres modalidades de fotoprotección para que actúen en sinergia. Aun así, en ciertos casos es mejor decantarse por un tipo de filtro u otro.
Los filtros químicos están desaconsejados en el caso de los niños, ya que al absorberse en la piel, tienen más riesgo de alergia, al igual que pasa con las pieles intolerantes. En estos casos, hay que optar por filtros físicos. También se recomiendan este tipo de filtros en el caso de deportistas o personas que por su condición laboral pasan mucho tiempo en el exterior, ya que aseguran una cobertura de todo el espectro de la luz solar, actúan de manera inmediata (no hay que aplicarlos 30 minutos antes de la exposición como en el caso de los químicos) y ofrecen una gran resistencia al agua o al sudor. El inconveniente de los filtros físicos es que suelen ser menos cosméticos al dejar una fina capa blanquecina sobre la piel. Estos filtros pueden identificarse con términos como ‘pantalla física o mineral’ en el etiquetado.
Los químicos, en cambio, son cada vez más imperceptibles y permiten texturas agradables incluso con FPS elevados, por lo que son, en general, los más utilizados.
* Resistencia al agua. Existen dos expresiones que recogen, en la etiqueta, la capacidad protectora de la fórmula sobre la piel al entrar en contacto con el medio acuático. Por una parte, ‘resistente al agua’, que es cuando el fotoprotector no ha perdido eficacia después de 40 minutos de inmersión; y por la otra, ‘muy resistente al agua’, que amplía el tiempo a 80 minutos. Aunque los filtros resistan cierto tiempo en el agua, tenemos que tener en cuenta que, si después nos secamos con la toalla, vamos a eliminar parte de la fotoprotección. De ahí que sea necesario reaplicar el producto tras cada baño o en condiciones de sudoración excesiva.
* Fórmula, tipo de piel y zona del cuerpo. Es clave que las texturas de los fotoprotectores sean agradables y se adapten a la zona de aplicación y al tipo de piel de cada uno. Aunque pueda parecer una cuestión poco relevante, que la aplicación sea cómoda y placentera influye en gran medida en la cantidad de producto que se acaba extendiendo sobre la piel y en su frecuencia de uso, lo que garantiza una mejor fotoprotección.
Así pues, la fórmula elegida (crema, gel, loción, espray, barra, etc.) podrá ser diferente en función de dónde se vaya a utilizar: cara, cuerpo, zonas sensibles, labios o calva.
También según se tenga la piel más seca o más grasa serán apropiadas unas texturas u otras y habrá que tener en cuenta su composición. En el caso de las pieles acnéicas, por ejemplo, es imprescindible que sean productos sin aceites y no comodogénicos, que no obstruyan los poros, para no agravar el problema.
* Duración tras la apertura. Hay que tener en cuenta que los protectores solares no solo caducan, sino que pierden sus propiedades tras unos meses abiertos. Por ello, debemos fijarnos en el número que aparece dentro de la imagen de un tarro abierto y no utilizarlos una vez pasados esos meses.
*** Este artículo pretende ser una guía a tener en cuenta a la hora de adquirir y usar el protector solar. No obstante, las pautas de protección solar deberían ser personalizadas, por lo que te recomendamos que acudas a tu dermatólogo/a para que pueda aconsejarte los productos más adecuados para tu piel.
Imágenes
* Protectores solares de BIODERMA, laboratorio colaborador de IDERMA en fotoprotección.