A los 50 años, los cambios en la piel se hacen cada vez más importantes y la fisonomía ha cambiado.
Las arrugas y la flacidez se hacen más marcadas, sobre todo en cuello y mandíbula, y el contorno u óvalo facial pierde definición.
Las patas de gallo se hacen evidentes y las bolsas de los ojos más visibles.
La mejilla se descuelga, se borran los pómulos y los surcos nasogenianos se observan más marcados.
Los labios presentan un código de barras acentuado y la barbilla se retrae. La línea de unión de cuello y mandíbula se desdibuja.
En el cuerpo la flacidez es generalizada, sobre todo en pechos, brazos y abdomen.
Las manchas se hacen más evidentes en cara, dorso de las manos y escote.
A estas edades, se debe actuar básicamente sobre la importante pérdida de volumen, la flacidez y el descolgamiento. Se deben elevar los rasgos y tensar la piel. Los pómulos deben recuperar protagonismo y el óvalo facial firmeza y definición.